Hablamos con el poeta Antonio Fuentes

 

 

Soy un azuagueño que nació el 20 de mayo del año 1973. Vivo en Badajoz, feliz e “ilegalmente casado” con una azuagueña. Tengo una niña de un añito que me tiene loco y trabajo como educador en un centro de menores de Olivenza.

 

 

Un tipo normal al que le gusta, sobre todo, estar con la familia y con los amigos. 

 

 

Trabajo como educador social en un centro de protección de menores en Olivenza, antes, durante ocho años, lo hice en un centro de reforma judicial, también de menores, en Badajoz. A eso me dedico para ganarme la vida, también por vocación. He jugado a fútbol, he hecho teatro, radio, he colaborado en periódicos locales y he sido una especie de productor de conciertos en La Muralla durante una temporada. En mis ratos libres ando buscando tiempo como un loco para poder hacer todo lo que me gusta, estar con la familia, jugar con mi hija, escribir, componer, leer, hacer deporte.

 

 

Es, sobre todo, una necesidad, o tal vez una adicción. Solo quién escribe sabe la sensación que te provoca hacerlo. Es difícil, aunque resulte paradójico, describirlo. No es, evidentemente, un medio de vida. Para ganarte la vida como escritor no basta con ser bueno, menos aún si escribes poemas. Hay más poetas que lectores de poesía, ni los poetas consagrados consiguen vivir de ella. Ojalá pudiera vivir de esto, tener tiempo para escribir. Uno de los motivos por los que aún no me he lanzado a probar con la novela es la cantidad de tiempo que requiere, si dedicara mi tiempo libre únicamente a esto dejaría de lado muchas otras cosas que también me apetece hacer.

 

 

Mis poesías nacen de experiencias propias o simplemente de mi imaginación. También de la experiencia e imaginación ajenas, de otros poetas, escritores, cantautores. Leo mucha poesía, clásicos y contemporáneos, me encantan los cantautores y todos, quieras o no, ejercen una influencia sobre ti y luego se refleja en tus escritos. Está claro que al final vas creando tu propio estilo, de eso se trata, pero todos estamos influenciados por lo que hemos leído. Si lo que me preguntas es si son autobiográficas la respuesta es parecida, hay una mezcla de realidad y ficción, pero si es cierto que para escribir y llegar al lector tienes que sentir lo que escribes.

 

 

Los temas a los que más recurro, o los que suelen traerme las musas, son el desamor, la noche, los bares. En este sentido mi poesía puede considerarse urbana, y palabras como ciudad, barra, esquina, callejas, aparecen a menudo en lo que hago. No es que sean mis palabras preferidas, pero están muy presentes en el libro. Más que cinco podría nombrarte quinientas, mil palabras que me encantan, pero haciendo un esfuerzo te diré que, por ejemplo y entre muchas otras: invierno, lluvia, soledad, tren o luna nunca morirán ahogadas esperando a que las salve de morir en el tintero

 

 

El primer recuerdo que tengo es un concurso de redacción que gané cuando estaba en tercero de EGB, en aquel maravilloso colegio de Azuaga que todos conocíamos como “Los frailes”. Después solo recuerdo escribir muchas chorradas en las carpetas de los compañeros de instituto, poesías en tono de humor. Antiguas compañeras todavía me dicen que guardan algunas. Me alejé bastante de la escritura durante la adolescencia y la juventud, tan solo escribí un relato corto que presenté a un concurso del instituto y que acabé ganando; los guiones, con dos grandes, Diego Lara y David Elías, del programa “Vete y te acuestas”, colaboraciones en revistas del instituto, un par de canciones para Los Espejos… En la universidad, cuando entregué mi primer comentario de texto a la profesora de Historia Contemporánea, me llamó a su despacho, subí temiéndome una bronca porque había faltado mucho a clase, y la mujer, una señora de pelo blanco y con pinta de intelectual, me felicitó por el trabajo y me dijo que me pensara muy seriamente lo de vivir de la escritura, algo que en aquel momento no entraba en mis planes, me abrumaba y que, en cierto modo, veía como algo aburrido. Lo que posteriormente me impulsó a escribir, a hacerlo en un principio de forma casi obsesiva y después de una forma habitual, fue la muerte de mi madre. Me sirvió de refugio durante un tiempo y en este momento es un modo, no de vivir, pero sí de vida.

 

 

No soy de dar puñetazos en la mesa, aunque muchas veces son necesarios. Hace años que no doy ninguno, aunque de vez en cuando doy pequeños golpecitos y me dan resultado.

 

 

Mi madre, mi padre, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, mi sobrina, algunos amigos…todos los que se fueron. He perdido a demasiada familia de una forma cuasi prematura, por lo que la lista de personas que pueblan mi pasado es, lamentablemente, muy larga.

Pero por fortuna se suelen recordar los buenos momentos, es una extraña mezcla de nostalgia y alegría, y para mí el pasado viene cargado de imágenes, olores, colores y sonidos de la calle Mesones, el Atrio, la calleja del Rastro, el colegio de los frailes… de momentos de felicidad con mi madre, mis hermanos, mi familia, con los amigos de la infancia.

 

 

Organizativamente soy un desastre, vivo en la improvisación y pocas veces me planteo proyectos a largo plazo. Sigo escribiendo, algunas cosas las publico en las redes sociales (sobre todo en Facebook, pues hace unos meses que cerré “por vacaciones” el blog Poemas en Rebajas) y otras las guardo para un futuro libro, y sigo recitando mis poemas allí donde me llaman o donde me dejan.

 

 

Animar a quienes escriban a que no dejen de hacerlo y a que utilicen las redes sociales como escaparate de su obra, pero, sobre todo a que lean, no se puede hacer poesía digna si no te has empapado de ella. En este sentido tengo que decir que está muy bien leer a los grandes poetas del pasado, es obligatorio para todo aspirante a poeta leer a los clásicos, a Lorca, Machado, Miguel Hernández, Neruda, César Vallejo, Luis Cernuda pero no debemos olvidar que hay grandes poetas actuales cuyas obras merecen mucho la pena: Luis García Montero, Benjamín Prado, Ángel González, Karmelo C. Iribarren, Luis Alberto de Cuenca o el extremeño José Manuel Díez, por citar algunos.

 

También, aprovechando que sois un medio ubicado en la Campiña Sur, alentar a la gente que escribe a participar en la Asociación de Escritores Entre Pueblos, a la cual no pertenezco porque vivo en Badajoz. Me parece un grupo de gente valiente que ha apostado por algo tan importante como la cultura y que necesita apoyo y gente que se mueva en la misma dirección.

 

Ah…y un poco de publicidad, mi primer libro se llama La ciudad donde no vivo y se puede comprar en librería Alejandría de Azuaga, Amazon, Editorial Seleer y otras páginas web.