Los hijos dan muchas satisfacciones. A mi, el mío me ha dado innumerables,
no lo negaré, sobre todo cuando era pequeño. Se me caía la baba con cada
cosa que hacia.
Es verdad que he sido un poco blando, ¡hasta me alegre por su primer
suspenso! Dije:"¡mira, como su padre!"
Pero esa emoción que sientes con el primer diente se te pasa cuando ya le
has empastado cinco muelas. Por cierto, que bien puesta esta esa palabra:
"empastar".
Con los pasos sucede lo mismo que con los dientes. Cuando empieza a andar,
sus primeros pinitos, te emocionan. Pero pasa el tiempo, el niño crece y
los pasos se convierten en “pasos” de Telefónica. Llega la factura con doce
mil pasos, y te dices: "joder, este niño se ha tenido que hacer el Camino
de Santiago, ¡ida y vuelta!!".
A partir de cierta edad, los hijos, cuando están en casa se agarran al
teléfono como luchadores de sumo. Y que no lo sueltan, eh!
- Cuelga ya, que llevas media hora.
- Pero si me han llamado a mi... ¿No es cierto que los hijos no llaman
nunca? Siempre les llaman a ellos, pero que se creen que somos, sordos o
gilipollas?
Otra pequeña pasión de los hijos: la cama. Cuando era pequeñito podia
estar horas contemplándole dormido en su cunita, me acercaba a colocarle
la almohadita... Ahora, cuando le veo roncando despatarrao también le
colocaría la almohada, pero en la cara, para asfixiarlo, que se tira horas
ahí, inmóvil como una crisálida...
Porque los hijos, cuando están en casa, o están al teléfono o están en la
cama. Y menos mal, porque si no, ¡¡comen!! De todos es sabido que, si un hijo
no esta al teléfono o en la cama, esta en la nevera. En cuanto se levanta,
su primer pensamiento es "nevera, nevera". Y se ponen a comer con la
puerta abierta, para no perder tiempo... Es su momento de máxima
actividad.
Cada día se proponen un reto: acabar con todas las existencias de la casa.
¡¡¡Que no se diga que no tienen aspiraciones!!! Ahora entiendo eso de que los
hijos vienen con un pan bajo el brazo: claro, ellos traen el pan, para que
seas tu el que les ponga el jabuguito...
Menos mal que de vez en cuando sale a dar una vuelta... en mi coche, claro
"como tú no lo usas"… que me lo devuelve con el depósito como el dodotis:
ni gota, ni gota. Pero no se equivoquen, yo le quiero mucho, soy su padre.
Los hijos son lo más grande que hay, sobre todo el mío, que pesa noventa
kilos y tiene treinta tacos. Yo, sinceramente creo que ya ha llegado el
momento de que se largue, pero no encuentro el modo. ¿Alguno de ustedes tiene el mismo problema? Yo ya estoy harto, he intentado casi todo para conseguirlo, así que si tienen ustedes algún consejo se lo agradecería eternamente.